Julio 22 – Berlin.

Esta última semana terminé un libro que me cautivó y se llama: «Minimalismo Digital».

Las redes sociales y su gestión es algo que siempre me saca el sueño. A veces literalmente.

He hecho miles de simulacros y experimentos para alejarme, dejar o reducir el consumo de instagram y por alguna razón siempre sigo con el mismo tema.

El paso más “importante” lo hice hace dos años, justo después de ver el documental “El dilema de las redes” y entender que muchas de mis sensaciones no eran más que síntomas de una relación tóxica que tengo, y tenemos, con las redes. 

Este documental me dió el puntapié para decidir cerrar mi cuenta personal de Instagram, la misma que acumulaba unos cuantos miles de seguidores, fotografías de mis últimos 8 años y contactos con personas que no volvería a encontrar.
Fué una especie de impulso, pero decidí no pansármelo demasiado y los 30 días que te da la app para arrepentirte pasaron fugazmente.

No voy a mentir, más de una vez me pregunté si hice lo correcto, de hecho la última hace bien poco, comenzando este nuevo proyecto, en el cual pico piedra por cada nuevo “seguidor”.

Aun así, cerrar esa cuenta fué el mejor acto simbólico que podría haber hecho, recuperando cierto control y orden de prioridades.

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Sin duda este camino no ha sido lineal ni mucho menos “simple”, pero este libro me trajo herramientas y me recordó que todos “sufrimos” un poco con este tema.

Una de mis frases de cabecera es “cada consumidor es una célula revolucionaria” y, en este tema, qué y cómo consumimos es también clave.

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Pasos simples para comenzar una “dieta” o “limpieza” digital:

Se trata de 3 pasos fundamentales para tener una relación saludable con la tecnologia, puntualmente con el internet. Una suerte de “manual para volverte un minimalista digital” y gestionar con mucha más consciencia tu consumo.

El objetivo de la limpieza es pasar 30 días sin tecnología: sin aplicaciones ni blogs. En lo posible: nada digital. 

En mi caso esto me resulta imposible: trabajo a distancia, gestiono redes sociales y diariamente tengo que conectarme al mail & whatsapp. De todas formas, como siempre quise experimentar con esto, lo adapté a mis posibilidades, buscando llevarlo al extremo posible y poder medir algunos resultados.

Los tres pasos entonces son:

1. Definir las Normas de uso: ¿cuáles, cómo y cuándo?

Esto es lo que yo hice:
– Primero. Una lista de las aplicaciones que utilizo en el trabajo.

– Segundo. Una lista de las tareas para cada App, con horarios concretos, cosa de limitar a tope el uso. Además agregué alarmas en el teléfono del trabajo para que me avisara cada vez que toca una tarea nueva (se que estás pensando que soy muy freaky, pero de verdad quiero ver si este experimento resulta, porque hay mucho tiempo y energía en juego).

– Tercero. Hice lo mismo con lo personal: seleccioné las aplicaciones que no quiero dejar y las limité al máximo. En este caso elegí el Telegram, para comunicarme con amigos/familia y lo limité a un rato justo al terminar de trabajar. Además sumé Youtube, que lo utilizo para estudiar cosas o para mirar algo con mi pareja en plan “compartir”.

2. Tomarte 30 días sin conexión (o tu versión alternativa)

Ojalá te apetezca y lo intentes durante 30 días, sino ya tomarte el tiempo de analizarlo para hacer un experimento es un montón. 

3. Al finalizar tu plazo analizar la experiencia.

Este punto es mi motivación principal para llevar el experimento adelante de manera cuidadosa y prolija. En el libro relata testimonios de personas que lo hicieron y, además de ser muy inspiradores, te dejan pensando en lo “acostumbradamente (des)conectados” que estamos.

Si llegaste a este paso, el autor te recomienda que antes de volver corriendo a las redes sociales, movil e internet, te hagas estas tres preguntas:

¿Esta tecnología es congruente y respalda algo verdaderamente valioso para mi?

¿Es esta tecnología la mejor manera de contribuir a potenciar ese valor?

¿Cómo usaré esta tecnología de ahora en adelante para maximizar su valor y minimizar sus perjuicios?

Y así llevo unos días. 

He implementado (además de las medidas que os contaba antes) algunas acciones que se recomiendan en el libro y que me vienen muy bien: 

+ (esto lo hago hace muchísimo pero lo agrego porque significó un gran cambio): SIEMPRE mi teléfono está en modo “no molestar” que, por lo menos en mi teléfono, significa que NINGUNA notificación suena y, además, las llamadas solo entran si te hacen dos consecutivas desde el mismo número. Esto me permite liberarme de muchísimo del ruido (literal y simbólico) que generan los smartphones. 

+ he borrado las redes sociales del teléfono y las utilizo solo en el ordenador. Este simple acto me evita casi el 100% del uso innecesario que suelo hacer de ellas. 

+ cuando termino de trabajar me tomo el momento para enviar mis audios (podcasts tal vez) por telegram y luego el teléfono se va a la caja del escritorio, donde reposa hasta el día siguiente.

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Todo esto es para mi un tema esencial y me atraviesa tanto en la vida laboral como la personal.

En mi vida he tenido muchas diferentes etapas. La más importante para mi comenzó hace unos 7 años y desde entonces he aprendido a vivir de una manera lo más congruente con mis creencias, emociones y sentimientos posible. Ser un poco más analógica y consciente ha sido (y sigue siendo) parte esencial de ese camino.

Al toparme con esta lectura encontré varias cosas que ya he introducido a mi cotidianidad y, a la vez, son parte de lo que traigo con CRUDA lab. Por alguna razón también fué una señal más de que mi “caos” tiene sentido.

Este laboratorio es una mezcla de cosas, pero todas tienen algo en común: buscan conectar, traer a la realidad más tangible esas «piezas» y acciones que nos nutren y hacen felices.